¿El problema de los límites es mío o de las demás personas?
- Aprender a decir que no requiere un paso previo: aprender a decirme que sí. Como para casi todo, todo empieza en una misma. Si queremos negociar con las personas que nos importan, nuestros límites, con seguridad, respeto y libertad, tendremos que empezar por ser responsables de nosotras mismas. Podríamos verlo de la siguiente forma: si poner límites fuera de mí fuese el examen final, las asignaturas a estudiar para preparar ese examen tendrían un tema central: yo misma. Aprender a reconocer y respetar mis necesidades; aprender a gestionar la culpa o el miedo a defraudar; aprender a no ser perfecta y convertirme en un “simple humano”. Si no tenemos en cuenta esto, ocurre con frecuencia que andamos opositando para la asertividad con apuntes de otros temas!!! Nos enfrascamos en las dificultades ajenas (“será egoísta tal o cual persona” “No se dará cuenta de cómo estoy” “Yo que siempre estoy ahí y mira como me lo pagan…”) perdiendo de vista que donde realmente están las respuestas es dentro de una misma: ¿qué me pasa a mi? ¿qué mensaje estoy dando a las personas que quiero? ¿Estoy enganchada a sentirme imprescindible? ¿qué es lo que me da tanto miedo: que me rechacen, me dejen de querer…?
- He escuchado en muchos grupos un temor que ronda cuando una quiere poner límites y es que la experiencia previa de algunas que lo han intentado las convierte en las “malas de la película”. Esto me hace reflexionar una cosa más: quizá no nos cueste tanto poner límites, sino prescindir del papel de ser “tan buenas”. La maternidad, es un oficio donde esta trampa está instalada con fuerza y además validada socialmente. Muchas mujeres, que además son madres, se preguntan tarde o temprano : ¿seré buena madre?. Las que deciden que sí lo son, cumpliendo lo que se espera de ellas en ese papel, enseguida se ven inmersas en esa trampa de la que hablaba antes: la buena madre siempre está ahí, posterga sus necesidades y prioriza la de sus hijos e hijas, cuida con buena cara y si se aburre lo disimula… desde este lugar es muy difícil poner límites, porque para poner límites hay que escucharse y sentirse y una buena madre ni se para ni se escucha. Las que responden a la pregunta, no tanto siguiendo los cánones sociales sino los propios, enseguida se perdonan y se convierten en seres humanos. No están tan atrapadas en ser tan buenas, por lo que toleran mejor las malas reacciones ajenas cuando ponen límites. Toleran aquello de “estás cambiando…“, “eres egoísta…”, “no te vienen nada bien esos cursos que haces…”, sabiendo que, más que una “tara” propia o un problema de ser buena o mala (madre, amiga, esposa, hija…) es una dificultad del entorno que no quiere que cambie, o que quizá haya personas en mi vida que no quieran crecer… pero ellas sí.
Entonces, ¿El problema de los límites es mío o de las demás personas? Está claro que los límites empiezan en una misma para posteriormente ponerlos a las demás personas.