Cuando se produce una separación, se pierde a la persona amada…y no sólo eso, se pierden ciertas ideas que hasta ahora eran importantes: la idea que yo tenía de esa persona, la idea del amor incondicional, del amor para siempre, la idea que yo tenía sobre cómo iba a ser mi vida en pareja, la idea que yo tenía de lo que es ser una “buena esposa”; y ciertas ideas sobre una misma también se pierden…
La oportunidad que entraña esa gran crisis que es una separación, es quizá la revisión de ideas, desechar aquellas que nos son impuestas como mandatos, construir unas nuevas, unas nuevas ideas que me permitan establecer relaciones más amables y más igualitarias. Ideas que nos permitan cerrarnos solo a una forma de amar: la que nos daña, aquella en la que nos quedamos pequeñas, en la que no se puede construir sino ceder y aguantar.
Creo en los grupos, por eso hacemos talleres y más talleres. Porque las mujeres en grupo pueden salir de su soledad y reconocerse en otros espejos para descubrir que no todo está perdido en una separación, y que quizá, más tarde, una puede encontrarse por fin.
Antes de que finalizase el año, un grupo de mujeres y yo nos juntamos para intentar buscar herramientas que sirvan a las mujeres que se encuentran inmersas en procesos de separación. Este post contiene algunas de las ideas, emociones y procesos que compartimos en un taller al que llamamos: Claves para afrontar el duelo por separación, en el que participaron 18 mujeres.
Las mujeres que se animaron a participar consiguieron a lo largo de las semanas algo que, en muchas ocasiones, es necesario para transitar por la crisis que supone separarse: cambiar el foco de sus preguntas.
Así, en la confianza del grupo, dejamos de preguntarnos ¿Por qué él se fue? ¿Por qué no volvió? ¿Por qué dijo aquello? ¿O no dijo lo otro? ¿Por qué no cambió? … Mil preguntas sin respuesta, porque las respuestas las tiene otra persona que no soy yo.
Para empezar a preguntarnos ¿Por qué yo? ¿Por qué yo no puede decir? ¿No puede hacer? ¿Por qué no puede ver? ¿Por qué no fui capaz?…
Este cambio de foco en las preguntas, posibilitó que las mujeres pudiesen empezar a escucharse, comprenderse, hermanarse, perdonarse… y un largo etcétera, que a medida que se va desvelando, nos deja con mejor predisposición para ir resolviendo las arduas tareas que nos pone de frente un duelo cuando se produce una separación.
Una de las primeras cosas en las que nos pusimos a trabajar es ¿Cómo DARME PERMISO PARA SER HUMANA Y PARA ESTAR EN DUELO?. Darme permiso para recorrer este camino, que nunca es en línea recta, sabiendo que daré dos pasos hacia delante y luego tres hacia atrás. Que en ocasiones me mostraré incoherente, porque mi cabeza sabe muy bien lo que tengo que hacer pero mis emociones y sentimientos no parecen acompañarla. Darme permiso para comprender que a ratos no empeoro, si no que ciertos retrocesos forman parte del camino del duelo. Darme permiso para colgarme un cartel que pone: cerrado por duelo, confiando en que la intensidad del dolor y las emociones difíciles que están en una separación bajará, dando paso a otros momentos de descanso.
Una de las ideas más debatidas en el grupo fue: la idea de Para Siempre (amor romántico). Ante la pérdida de una pareja, esta es la primera idea que se tambalea: esto no ha sido para siempre. Compartiendo juntas llegamos a la conclusión de que una separación no es solo una pérdida, son varias pérdidas las que una va encadenando. Una de esas pérdidas colaterales tiene que ver con la idea del Amor Romántico.
Revisando ideas, llegamos a la conclusión de que quizá pueda haber un Para Siempre pero no a cualquier precio, sino con unas condiciones. Las condiciones también las pongo yo, con mis necesidades, mis deseos, mis límites… y no sólo con lo que se espera de mí como mujer en pareja.
“El Para Siempre puede sustituirse por “un rato”, el rato que nos hemos acompañado, el rato que ha durado lo nuestro, un rato de mi vida” [María, 46 años].
Además, la idea de Para Siempre nos sitúa en un futuro muy lejano, me supone un objetivo final al que tengo que llegar sea como sea, deja poco margen para otra maniobra que no sea la de aguantar: esto es para siempre, y punto. Sin embargo, la idea de que “esto es lo que dure”, me sitúa en el presente, en el día a día, con un objetivo más liviano donde el acto de amor no entraña tanto aguantar, sino disfrutar y construir mientras merezca la pena.
Desde el punto de vista del duelo, la pérdida de la pareja (“esto no ha sido para siempre”) nos conecta con una sensación de fracaso muy grande, que pesa como una losa en el camino. Podemos caer en convencernos de que nunca vamos a volver a creer en el amor, (sin para siempre, no hay amor). Desde el fracaso total (“son quince años perdidos a tu lado”) no se puede rescatar nada.
Y desde esta postura es difícil cerrar un duelo, es difícil integrar, es decir, aprender a vivir con esta pérdida y volver apostar cuando se esté preparada; en definitiva, aprender a sacarle partido a las nuevas experiencias amorosas a pesar de las rupturas.
Perder los ideales sobre los que hemos construido nuestra idea de qué es el amor y la pareja, provoca otra pérdida muy importante: perder la inocencia (“ya no voy a amar como le he amado a éste”) (“nada va a ser como este amor”). Quizá una tarea dolorosa pero valiosa, sea poder decir adiós al Para Siempre y construir algo más terrenal y humano. La oportunidad que nos ofrece la crisis de la separación es prepararse para poder volver a arriesgarse en lo emocional de nuevo, aunque se haya perdido la inocencia.
Aceptar que no existe una única forma de amor, que puedo vivir el amor a pesar de esta pérdida y que puedo hacerlo de otra forma es un gran avance.
Estoy dispuesta a vivir mi relación nueva, no como me gustaría, sino como es. Yo ya no voy a cambiar al otro, algo en lo que ha estado basado el fracaso de mi matrimonio.
Yo quiero vivir esto el tiempo que dure y crecer. Y ser capaz de decir adiós si hace falta. Carmen, 54 años