¿Existe sexualidad en la vejez?
Con el paso de los años, las mujeres se van relajando ya que el ardor juvenil de los hombres queda lejos y las “necesidades” masculinas se van espaciando y perdiendo fuerza. Algunas se sienten aliviadas cuando diagnostican a sus maridos problemas de próstata y posibles intervenciones con lo que, en algunos casos se acaban las erecciones y por tanto, desde este modelo de sexualidad, se acaban los encuentros, tan poco satisfactorios para algunas mujeres.
Para estos hombres, su virilidad y hombría queda en entredicho y su autoestima se ve altamente dañada. En algunos casos, las relaciones de desigualdad y/o violencia de hombres hacia mujeres, pueden acrecentarse o cambiar las tornas.
Es difícil para algunas mujeres reconocer que tienen derecho a quejarse, derecho a decir que “no tengo ganas”, derecho a decir “que me haces daño”, “que mi cuerpo necesita prepararse y lubricarse para que pueda haber una penetración sin dolor”, “que mi cuerpo es algo más que mi vagina y mis pechos”.
Es difícil para algunas mujeres mayores hablar de su sexualidad en los grupos, ya que el tema es tabú y es muy posible que no hayan hablado nunca de ello. Es difícil y duro reconocer su necesidad de ser tocada, acariciada, de tener encuentros con su marido o con otra persona más allá de la genitalidad o de tener ganas de relaciones sexuales ahora que no hay posibilidades de embarazo, pero su marido ahora “no puede”.
El autoconocimiento personal es la base para que cada cual conozca su cuerpo, su erótica, localizar sus placeres, descubrir qué es lo que le gusta y qué no y compartirlo con quien quiera y cuando quiera. Este compartir puede ser un encuentro de exploración, de conocimiento mutuo, de dar y recibir placer, de conocer la sexualidad femenina y masculina y los ritmos y necesidades de ambos, tan diferentes. Es imprescindible que se reconozcan los derechos femeninos como base para poder entablarse relaciones de igualdad, y romper los estereotipos de que la sexualidad es genitalidad y el orgasmo lo único importante.
Cuando en la vejez conservamos la pareja de siempre, a veces descartamos la sexualidad porque ya “no funciona” o porque nos conocemos demasiado o estamos aburridos o aburridas de la misma persona. Podemos cambiar y puede ser un momento precioso para conocerse o reconocerse, para descubrir el propio cuerpo y acariciarse como si fuera la primera vez, de reconocer el cuerpo de otra persona y disfrutar del placer de las caricias, de estar, de mirarse a los ojos, de darse el tiempo que quizá en otra época no tuvieron, de regodearse con los pequeños detalles, de vivir el aquí y el ahora, porque el mañana no sabemos lo que nos depara.
También es buen momento para reconocer la necesidad de que me toquen y tocar, de tener contacto físico, más allá de las relaciones genitales, de abrazar y que me abracen y sentirme a gusto siendo deseada o deseado, de sentir que tengo deseos y fantasías y que cuando me rozas el brazo puedo volver a sentir esas mariposas como cuando era adolescente, pero sin la urgencia de resolver, de llegar al orgasmo.
Y cuando la pareja de siempre ya no está, podemos conocer a alguien que nos haga volver a sentir, a vibrar, y poder darnos el permiso de vivir una segunda oportunidad de relacionarnos sexual y emocionalmente desde otro lugar, con el aprendizaje de los años, con la evolución y transformaciones, con las crisis y duelos a las espaldas, con el cuerpo maduro y arrugado y con expectativas diferentes respecto a la sexualidad y a los mandatos sociales. Porque ya no es momento de “dar la talla o tener que cumplir”, es momento de disfrutar y aprovechar el tiempo que quede, que, como es ley de vida, es más corto que largo.
Por lo tanto, vuelvo a preguntar ¿Existe la sexualidad en la vejez? Definitivamente, Sí.