¿El problema de los límites es mío o de los demás? Somos muchos y muchas los que andamos buscando la fórmula de la asertividad. Es cierto que si echamos un ojo en cualquier librería o rastreamos en la red, podemos encontrar miles de sugerencias, recetas y libros de autoayuda que nos animan a aprender algo que debimos aprender hace ya tiempo, y que todavía tenemos pendiente: poner límites.
Cuando hablo de límites en los talleres, generalmente son las mujeres las que identifican esta palabra con un deseo: me gustaría aprender a decir que no. Y en muchas ocasiones este decir que no tiene que ver con “las tareas femeninas” de cuidado hacia otras personas. El deseo de las mujeres se ve tambaleado cuando les comparto que la única forma de encontrar los límites que yo conozco pasa por aprender a responsabilizarse de una misma: mis necesidades, deseos, objetivos, etc. Aquí es donde siempre en los grupos comienza una vieja discusión: entonces el problema es mío? No es de los demás que no me respetan?. Encima tengo que hacer cambios yo? Que cambien ellos/ellas, ¿no?….
Se nos ha quedado pendiente una lección vital para que nuestras relaciones, al menos tengan posibilidades de funcionar. Esa asignatura pendiente es saber decir que no, o lo que es lo mismo, reconocerme en mis necesidades, deseos, objetivos y limitaciones y poder defender lo que para mí es importante. Existen hoy día infinidad de textos donde se encuentran las claves, pero lo cierto es que a menudo me encuentro con esa frase cuando hablo con las personas que asisten a mis talleres: “Si yo ya lo se… mi cabeza lo tiene claro… se que no soy egoísta por poner este límite… pero…” Pues sí, hay un pero, que poner límites no es solo una tarea racional y muchas veces queremos que así sea y fracasamos. Poner límites implica además una tarea emocional (decirle hola a lo que siento en vez de dar cien vueltas para no sentirlo) y una tarea corporal (mi cuerpo tiene un lenguaje y traduce los cambios que yo hago dentro de mí en mi imagen, en mi forma de estar, en mis relaciones…).
Revisando algunos de los materiales que estudian el fenómeno de la asertividad -que resumiendo vendría a ser la capacidad de expresar lo que sentimos o pensamos sin dañar a la otra persona ni a mí, ni dejar que me dañen- y trabajando sobre este tema en los talleres de crecimiento personal me doy cuenta de que hay varios asuntos que me preocupan, que tarde o temprano salen a la palestra en cualquier grupo y que hoy quiero compartir:
- Andamos buscando una fórmula que no existe, al menos en el planteamiento inicial que muchas personas hacemos: necesito aprender a decir que no.
- Para empezar, en ocasiones buscamos la fórmula cuando ya tenemos instalada una considerable carga de sufrimiento o dolor. Así como esta carga puede ser un buen motor para provocar los cambios que necesitamos, no hay que olvidar que hace la tarea de aprender más compleja. ¿Esto qué quiere decir? Que en vez de arrastrar malestares, decepciones y cansancio, “aguantando” situaciones o personas hasta el límite a costa de perder la salud, la autoestima o la confianza por el camino, podemos plantearnos parar, revisar y prevenir. Aprender a decir que no, abre muchos frentes, nos pone en cuestión muchos asuntos y no es tarea fácil. Cuanto más dañada tengamos nuestra vida, más instalado estará el hábito de no respetarse a una misma, y en vez de decir que no a pequeñas dosis tendremos un torrente de rabia o resentimiento dentro que sólo nos deje vomitar un no a todo o a todo el mundo.
- Lo realmente difícil no es decir que no, sino más bien en tolerar la culpa que nos genera. Por eso, queremos aprender una formula trampa: “quiero decir que no sin sentirme culpable (o tan culpable)” y esto señoras, más que un objetivo real es magia o ficción. El verdadero proceso de respeto, hacia una misma y las demás personas, exige asumir la responsabilidad de lo que sentimos. La culpa, forma parte de la vida, está ahí y como tantas otras emociones nos sale más a cuenta sentirla y saber que pasará, que tratar de huir de ella permanentemente. Lo que nos daña, no suele ser la culpa sino todo lo que hacemos para no sentirla.
Continuará….